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APORTACIONES de Creadores:

viernes, 30 de octubre de 2020

" H e l l - P " autora: Hétera

 Lucifer se había levantado con cajas destempladas.

Antes del desayuno habitual, en el que siempre caía alguna gorgona (las pobre intentaban salir siempre a “trabajar” antes de que él hiciera su estelar aparición en el salón del trono), y su baño de lava ardiente, ya había hecho explotar a nos cuantos siervos inferiores y abrasado, entre alaridos, sin “juicio” previo, a varias almas descarriadas.

El confinamiento producido en el mundo por ese extraño virus, COVID-19, del que los humanos hablaban estremecidos –y que nada tenía que ver con sus maquinaciones en el averno- había hecho descender bruscamente las previsiones de almas en llegada,  incluso en “depósito”, poniendo en grave peligro el halagüeño presupuesto aprobado a finales del año anterior, con el que los resultados de su gestión para este, se prometían felices. Si las cosas no mejoraban, a estas alturas del año, serían el hazmerreir de los cielos e incluso él, perdería la apuesta con Dios, que hacían cada inicio de año… por primera vez en siglos no quedarían en “tablas” o sería el ganador.

Así pues, tras el baño, debidamente acicalado con sus más acres ungüentos, reunió a los príncipes del infierno en la sala de reuniones. Allí, estaban todos. Él y los 6 grandes demonios, representantes de los 7 pecados capitales… y, entre ellos, destacando especialmente, Asmodeo, en su escamosa piel… ¡El Señor de la Lujuria!

Satán arremetió contra todo y todos, culpándolos de la situación, sin atender a la queja generalizada de que, prácticamente, ningún ser humano salía a la calle. Sólo lo hacían los que, obligatoriamente, debían trabajar para los demás, y así era complicado penetrar en sus conciencias o e sus almas, sin estar a menos de un metro de ellos… ¡Era muy difícil, si no imposible, hacerles pecar! No es que no hubiese malas personas en las casas, que las había (desde psicópatas y ladrones, hasta envidiosos y maltratadores), pero, en esta situación, no eran fáciles de alcanzar de alcanzar. Sucedía lo mismo en cada una de las divisiones que gobernaban.

Satanás se dirigió directamente a Asmodeo, que fingió una sumisión que no sentía (si se despistase un poco le destronaría sin pensárselo).  A él, uno de los tres grandes príncipes, junto con Aamón y Leviatán… Y con su ronca e intimidadora voz, interrogó,

-      -    ¿Qué hay de tu área, Asmodeo? Es una de nuestras bazas más sensibles, pero debería ser segura… y sencilla… Todos esos estúpidos humanos aman y gozan del placer y el deseo…

-        -   Mi señor, están encerrados en sus casas, la mayoría solos, o con sus mascotas…

-         -  …¡Uhm!.. Eso debería ser una fortaleza…

-         - …Se cansan entre sí, mi Rey, incluso de sí mismos. Asesinan el tiempo al acompañarse unos a otros y, si uno de ambos fuerza o violenta al otro… Acaban por salirse de mis competencias… Pero confía en mí, ¡Oh Satán! No te arrepentirás

-        - Así lo espero por vuestro bien… -En el ojo de Lucifer destelló un brillo de maldad y placer. Se relamió.

A pesar de todas las diferencias y problemas planteados, entre todos, consiguieron perfilar una estrategia y dieron por terminada la reunión… Y, con las mismas, cada uno, con sus mañas y poderes, excepto el gran Señor, Lucifer, que bastante tenía con ejercer la soberbia y mantenerla viva en todos y cada uno de ellos, salieron al mundo de los humanos con sus enredos, triquiñuelas, disfraces y artimañas.

En las calles, nadie…

Lilia, amaneció algo alicaída. Sobrellevaba bien el confinamiento. Charlaba con su gatita, teletrabajaba y mantenía contacto habitual con su familia y amigos. Todos los días preguntaba a su gente sobre su salud y enviaba chascarrillos para mantenerlos en buen talante. Si alguien decaía, intentaba darle conversación animada y poner en evidencia la ventaja de estar sanos y tener el amor y el contacto de los suyos. Pero justo hoy, estaba un poquito de bajón, se preguntaba que, si esta pandemia se alargaba y la vida se convertía sólo en estar encerrados, aislados unos de otros, no poder estar frente a frente con nuestra gente, verles la cara físicamente al hablar, y pasear tranquilos y abrazarnos y tocarnos… valdría la pena.

Sacudió la cabeza, “¡Olvídalo... Estás sana y todos los tuyos también!”, y se metió en la ducha. Encima, hoy, le tocaba a ella trabajo presencial en el Juzgado. Bueno, al menos, “olería” las calles… ¡Era una buena persona! y se preocupaba e intentaba ayudar a todos y no dañar a nadie, ni aprovecharse de su superioridad.

Asmodeo eligió su aspecto sierpe para esta gestión en la superficie. Se transformó en un pequeñísimo, casi invisible, cuélebre. Podría disimularse en cualquier resquicio o rendija. En cualquier surco… y esperar el momento oportuno…

Llevaba meses observando a Lilia. Tan buena chica, con su manera de preocuparse por los otros. Le producía un inmenso placer plantearse tentarla y era todo un reto profesional conseguir resultados y hacerla caer. Suponía una gran oportunidad y una presa casi segura, ya que llevaba nueve meses sin una relación sexual, desde su última ruptura, pocos meses antes del confinamiento.

Así que, se introdujo por debajo de la puerta de la casa y se instaló cómodamente en la costura del cuello del suave jersey de angorina que Lilia había dejado sobre la cama para vestirse.

Lilia salió del baño, secándose el corto cabello con una toalla. Cogió una taza de café recién hecho y se fue a la habitación, apurando un sorbo y dejándola sobre la mesita de noche. Dejó caer el albornoz, que resbaló erizando su piel, hasta el suelo y comenzó a vestirse. Sus movimientos eran delicados y dulces, le gustaba pasar un rato agradable y tranquilo en casa tras levantarse, así que madrugaba lo suficiente para tomarse su tiempo.

Asmodeo la miró desde su cómoda costura… Desnuda. Tenía unas proporciones más que deseables y sintió la excitación de su parte masculina más humana, revolviéndose desde sus ijares… ¡Uff! Le recordaba tanto a otra Li, como él solía llamarla. Lilith, que se había plegado de buen grado a todos los juegos que a él se le habían ocurrido, desde allende los siglos.

Ella, ajena a la vigilancia a la que era sometida. Siguió. Escogió una braguita, casi tanga, de algodón, muy cómoda, pero no por ello menos atractiva. Sentada en la cama, la puso en sus tobillos y la subió hasta sus caderas… Asmodeo salivó, desde la costura, casi sin poder contenerse… En otras circunstancias se hubiera manifestado en su esplendor de bestia infernal, con su masculinidad enorme y la hubiera tomado, ya fuera a la fuerza… ¡Oooooh!... su pequeño disfraz casi a punto de estallar… Pero no, eso no podía ser, necesitaba su alma… Ya se encargaría después de mantenerla enganchada hasta que llegase el momento de la entrega.

Lilia, con su ropa interior puesta y el suave brassier, recogió el agradable jersey de angorina y puso las mangas en sus antebrazos para meterlo por su cabeza, ya casi seca. ¡Era el momento!... Asmodeo reptó de la costura por el cuello de Lilia y se coló por el agujero de su oído izquierdo. Le envolvió el calor de la hembra humana, del interior de su organismo, y se esponjó encantado. Rápidamente se dirigió a los conductos de su nariz y, de allí, a la garganta. Podía empezar a trabajar, el propio cerebro era accesible desde donde se encontraba.

Lilia sintió una ligera picazón en el cuello, se rascó (casi le pilla…) y notó una especie de descarga… ¡Aaaahhhggg!, ¡qué calor!... De repente sintió como la invadía una ola de lascivia y empezó a sentirse húmeda. ¿Qué estaba pasando?... ¡Ah, claro!, la pandemia había comenzado cuando hacía sólo seis meses que había roto su relación, llevaba nueve meses sin tener sexo. Había habido algún que otro escarceo pero nada que la hiciese temblar. Eso debía de ser. De pronto notaba como su cuerpo se revolvía y exhalaba deseo. Un deseo irrefrenable. Se acordó, tres noches atrás había cenado con un “amigo” que le gustaba. El había intentado todos sus argumentos, buscado los recovecos, pero ella se resistió, aunque se puso a tope. Sólo se habían visto dos veces. Pero ahora el recuerdo le enardecía…. le satisfacía.

Lilia, se planteó perder un ratito consigo misma, ¡Total, sólo se había puesto el jersey! Era fácil. Se miró hacia mas abajo y vio sus piernas desnudas y entonces, sin saber muy bien cómo, se imaginó al amigo subiendo por ellas desde sus tobillos..., beso a beso, lamiendo la corva de sus rodillas, arañando sus muslos con desenfreno… Como de soslayo, pensó en la mascarilla de él, cayendo de su boca para hundir su cara entre sus muslos. Incluso notó su aliento caliente erizando su pubis y enervando su clítoris… Se dejó caer de espaldas sobre la cama y llevó la mano a su entrepierna.

Experta en sí misma, pellizcó suavemente sus labios menores y hurgó hasta hallar aquel botoncito rosado que tanto le divertía, lo acarició con pequeños golpecitos y le pareció que se iba a desmayar de placer…. Mientras, con la otra mano rebuscaba frenéticamente en el cajón abierto de la mesita de noche, con absoluto delirio e impaciencia, el vibrador que guardaba en el mismo.

Asmodeo, bien instalado en la garganta de Lilia, movía los hilos, le susurraba deseos y reventaba él mismo a cada espasmo de ella… Le ordenó mirar sus piernas desnudas y se relamió de gusto. Notó como Lilia se encharcaba, como si fuera él mismo, como si la tocase sin inducirla… ¡De momento, llegaría tarde al trabajo!

Fue entonces cuando observó al microscópico ser. Una pequeña, mínima bolita que parecía cubierta de tachuelas. Y se movía, estaba viva. Asmodeo nunca había visto algo así… Pero, ¿quién sabía? Si  “jugaba” con aquel ser contenido en el cuerpo de Lilia, la volvería loca de lujuria, de deseo, con sus propias invenciones. Ella no podría controlarse en todo el día. Todo le daría igual… las cosas y las personas. No apreciaba ningún riesgo para sí en ello, así pues, se acercó al pequeño ser que parecía ajeno a  su presencia y empezó a restregarse contra él sintiendo como se inflamaba todo su sistema límbico. Fue como estallar en luminaria, envolverse en un calor abrasador e incontenible, buscó algún orificio para penetrarlo, y encontró una ínfima fisura en la gónada… No dudó en introducirse en ella.

Lilia, jadeaba de intensidad y placer sin poder contenerse, preguntándose a sí misma cómo había llegado hasta ahí. Con el vibrador en la mano rozó su clítoris y creyó que iba a explotar. Extasiada, fue bajando poco a poco hacia el orificio de su vagina, embadurnada en un mar de desenfreno… Se entretuvo subiendo de nuevo mientras mordía sus labios ávidamente hasta casi sangrar y pellizcaba sus pezones, fuera del brassier, con el jersey recogido hasta el cuello.

Tuvo varios orgasmos ya antes de situar el “pene” mecánico en la pequeña boca, abierta como una flor que se deshojaba entre sus piernas, completamente lubricada y lo introdujo dentro de sí a media potencia… No tenía prisa (¡O eso creía!)… y quería darse su tiempo. En un éxtasis incontrolable, gemía y gritaba sin ningún pudor por la temprana hora de la mañana o de lo que pudieran imaginar sus vecinos… Es más, no existían…

Asmodeo coleó dentro de la mullida bolita que se agitó con un sesgo nervioso y despidió una llovizna aerosolada e intermitente hacia él… Se retorció de placer, oyó unos gritos ahogados en al lejanía, en el exterior, y una explosión de colores se repitió varias veces, haciéndose más vívidos con cada envite y contracción del cuerpo de Lilia.., el olor de la lujuria invadía el presente por completo ¡Toda la lava y las brasas del infierno se habían hecho presentes!... De repente, se sintió expelido hacia el exterior del organismo, como si se desplazara en un mar de fluidos abrasantes… ¡Nunca había percibido nada igual!... Lilia era un tesoro recóndito y aún le quedaba mucho por descubrir en ella. Una especie de torbellino le absorbió haciéndole perder el sentido del momento… A él, a Asmodeo, engullido en un terremoto de sensaciones irreverentes…

… Lilia, con el vibrador ahora a máxima potencia, estalló toda en un alarido insostenible, mientras los matices, los efectos y el despertar de sus sentidos batían su cuerpo como un mar embravecido. ¡Nunca… jamás… había alcanzado un orgasmo como aquel!, con tanto lujo de matices, como si su cerebro estuviera poseído. Temblando como una hoja al vaivén del viento, sacó el vibrador de su interior y se acurrucó en la cama, encogiendo las piernas para evitar que el efecto se desvaneciera deprisa… luego entró en un letargo sublime…

Asmodeo se deslizó fuera de ella por la boca entreabierta y susurrante, los ojos cerrados, dejándose caer por es sobreesfuerzo, y se quedó allí descansando junto a su labio inferior, observándola con sudorosa complacencia. Tenía que saber qué clase de ser era aquel que podía encontrarse dentro de los humanos y generar aquellas profundas y febriles impresiones. Ya lo investigaría…

Lilia se espabiló… Las 8,40 lucían como locas en el despertador luminoso sobre la mesilla. Tenía que salir disparada. Fue al baño, se lavó precipitadamente, aún con la sensación de los espasmos en su piel y sus genitales, y sonrió maliciosa… ¡No podía parar! Hoy se quedaría trabajando hasta tarde. Esperaría en el despacho a que llegase el limpiador. Aquel morenazo imponente al que siempre miraba distraída. Hoy se lo iba a tirar… ¡Y que no se resistiera! (sabía que él tenía pareja, habían hablado amablemente muchas veces)… Y si lo hacía, si no la complacía como ella quería, aprovecharía su posición de poder y le amenazaría con denunciarle por acoso e intento de abuso hasta que le despidieran… Cuando subió a su coche una mueca diabólica y una sonrisa concupiscente adornaron su rostro para no desaparecer en todo el día…

Cuando Lilia salió de casa, Asmodeo se hizo presente. Estaba complacido, y aprovechó, aún otra vez, para masturbar su brutal órgano con el albornoz olvidado sobre la cama, recordando la desnudez de ella y todas las sensaciones percibidas. Su gemido fue diabólico y salvaje. Estaba pletórico. No soltaría esta presa de ninguna manera. Luego, entre vapores azufrados, regresó al infierno para rendir cuentas y un preciso informe sobre sus gestiones a Lucifer. Este se mostró muy, muy satisfecho.

… Dos días más tarde, Lilia tuvo fiebre, empezó a toser. Se había contagiado de Coronavirus. A pesar de todo, era una mujer sana y previsora, así que, aunque lo pasó muy mal, lo superó. Diez días jodidos, completamente aislada, con muchos dolores y fiebre y un par de visitas a urgencias con un asma incipiente, que la obligó a requerir varias horas de respirador cada vez. Pasado lo peor y, por fin, negativa en la PCR, otros catorce días más de confinamiento absoluto, en prevención, por sí misma y por los demás (ni siquiera se acordó del amigo, con el que había cenado ya infectada, o pensó en el limpiador del juzgado, que, a regañadientes y acorralado, se había resistido hasta que no pudo aguantar más su lascivo oleaje).

… Cuatro días más tarde, se revolvió el infierno. Asmodeo comenzó a tener extraños síntomas, como nunca jamás se habían visto en el averno. Tenía un frío continuo y no cogía temperatura, temblaba y eructaba unos extraños vapores sulfurosos que expulsaba intermitentemente como cerúleas nubecitas y esputaba un fluido verdinoso que asqueaba incluso a los más avezados moradores… Pocos días después, Lucifer tuvo los mismos síntomas y problemas… y un par de semanas más tarde, el 80% de los seres infernales sufrían el mismo mal…

¡Si Asmodeo no hubiera sido inmortal, hubiera pensado que se moría!

… Igual que vino, el mal, se fue. Algunos opinaron que gracias a las altas temperaturas, las lavativas sulfurosas y las gárgaras de halógeno y helio. Los baños de lava ardiente hicieron milagros infernales. Los más “jóvenes”, resistieron mejor.

Lucifer, en su soberbia, se rodeó de todos aquellos de los que pudiera aprovecharse hasta sanar, obligándoles a cubrirse con sus mantos llameantes de la cabeza a los pies, mientras le atendían, negándose él a hacerlo, sin embargo, cuando alguien debía postrarse a sus pies para darle cuenta o atenderle.

Han pasado tres meses… Asmodeo no ha podido aún incorporarse a su mandato, retomar sus obligaciones y volver a sus lúbricas funciones. Su exposición fue de lo más directa (¡je, je, je!..) ¡Qué gran golpe para la gestión e implementación de la economía infernal!

 

Hétera

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