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APORTACIONES de Creadores:

domingo, 4 de abril de 2021

Hola a tod@s, amig@s de milyunanochesconfinadas,

Una vez más, Hétera, con vosotros para contaros alguna cosita buena… ¡Uuuuhhhhmmmm!.

Hoy me ha molestado la pesada de mi “alter ego”, Rosa Berlanga, empeñada en que la enchufe para aparecer en nuestro blog.

Es tan simple. Una mojigata que no se come una rosca y, por eso, intento darle largas, pero en fin… ¡Qué penina me da!, en su nombre voy a haceros una recomendacioncita y a contaros un par de pequeños episodios. Ambos se encuentran en un libro entretenido y pintoresco titulado “Amor en cuatro Letras” de Niall Williams… ¡Aaaahhhh, ya sabéis cómo son estos irlandeses! Al parecer ha sido uno de sus entretenimientos en lo que va de confinamiento, y los dos pequeños textos se relacionan con personas encerradas, perfectamente integradas en nuestra actual situación, aunque sea con un poquitín de ayuda.

Ahí os va, UNO,

“Maire Mor, se había roto una pierna. Con más motivo, por ello, convenía que se mantuviera en su habitación y de paso evitara, así, cualquier contacto con el virus.

Cada noche oía desde allí los gemidos y lamentos de su hijo y de su esposa, casi recién casados y que, de momento, vivían en su casa. Su nuera le atendía cada mañana, con su mascarilla y sus guantes, y veía su ojos distraídos y somnolientos, cargados de deseo satisfecho… Maire Mor comía dátiles tumbada en su cama… ¡Los dátiles la volvían loca!...

Una vez, siendo jovencita, un marinero le había dejado comer un dátil de sus labios. Era la fruta prohibida, le dijo, persiguiendo el dátil con la lengua por toda su boca y haciendo que los dos rodaran por el suelo, entre forcejeos y risas. Desde entonces, para ella los dátiles sabían a sexo. Tenían algo especial; no obstante, mientras estuvo casada con el padre de su hijo, sólo los comió en contadas ocasiones: eran dátiles que tenían fecha: la del día que los había comido y, a los nueve meses, la del nacimiento de cada uno de sus hijos.

Mi hijo está enamorado – siseaba al aire enrarecido, sonriendo burlonamente ante la ridícula idea y escupiendo trozos de dátil a arpías invisibles. Les oía hablar abajo, se despertaba si se reían, se metía en la boca varios dátiles más mientras su imaginación escapaba escaleras abajo movida por la lascivia, y creía verlos hacer el amor en el suelo…. Así Maire Mor, se paseaba los dátiles por la boca, saboreando su dulzura como si fuera vino…

Y, DOS,

“Nicholas se encontraba encerrado en su habitación, consumido por la fiebre y el delirio. Hacía una semana, que Isabel había muerto enreda en el virus cruel que no perdona, dejándole ya con el estigma del contagio. Tres días más tarde comenzó su calvario. A pesar de la muerte de su hija, Margaret intentaba que nunca se quedase sólo en la casa. Cuando Nicholas llamaba a Isabel, entre gemidos, a riesgo de despertar al resto de la familia, era ella la que se levantaba con sigilo e iba a apaciguar al enfermo que estaba de pie, desnudo, en medio de la habitación, tambaleante, sosteniendo con la mano una erección colosal a la luz de la media luna, 


con los ojos cerrados, besando y pellizcando con los labios los pezones de una etérea Isabel, consolándole en susurros desde la puerta, … Sólo se podía esperar, a que el sanara de cuerpo y, luego, que el enemigo del amor es el tiempo, que el mundo pone arrugas en los sueños antes que en la piel, y que cuando no pasa nada, cuando no hay presencia ni caricia, la pasión se extingue.”

* * *

Pues ahí os quedan. Disfrutadlos en la soledad de vuestros mundos, sea acompañada o no, con la boca llena de dátiles y vuestros manos en… ¡Ay vuestras manos!.. llenas de aquello que mejor os encaje en las mismas. ¡Por aquí nos vemos!

                                                                                                                                                            

Hétera

Diario del confinamiento, 2 de abril de 2020, Autora: Hétera

 Hoy hacemos un nuevo contacto.

Desde el día en que nos “conocimos” a través de la página, hemos chateado a diario. Incluso varias veces algunos días. Me vuelve loca, me obsesiona desde el primer momento. Cada palabra que sale de sus labios es un rumor vergonzoso que me eriza la piel y me hace arder en llamas.

Ya suena la llamada, y he abierto la página…

- “¿Has pensado lo que te dije, ayer., ¿Nos vemos?..”

Digo “”, mientras atestiguo con un movimiento de cabeza. Ya tengo encendida mi webcam, y veo su rostro, su torso desnudo, como el mío, no me hace falta más, sólo la vibración de su voz en un susurro.

- “¡Sigue mi dedo! y haz lo que te digo… ¡Ahora!

La instrucción entra en mi cabeza como un cántico subyugante. Levanta el dedo índice mientras su penetrante mirada perfora mis ojos, mi garganta, mis senos… Y dirige su dedo a la pantalla, mientras desbroza órdenes seguras que llevan mi propia mano hacia mí cuerpo.., mientras voy a su encuentro… El encuentro…”






miércoles, 24 de marzo de 2021

"Jaque entre Damas", autor: Henry Marfrafe

 

            Elisa tardó en encontrar un pseudónimo que la convenciera, terminó eligiendo un nombre de usaría muy de moda entre las niñas de corta edad, Frozen. Princesa rubia, como ella, que además de popularizarse gracias a la factoría Disney traía intrínseca similitudes con la reina de las nieves de Hans Christian Andersen, autor que no hacía mucho tiempo había releído.  Elisa, además de una entusiasta del Ajedrez, era una gran lectora, una devoradora de libros, mejor dicho.

            Fabiola, desde su Perú natal, adquirió el amor al Ajedrez por su abuelo Ricardo y las partidas que a cada atardecer la enfrentaban a la paciencia y sabiduría de su abuelo. Precisamente el no solo la enseñó a mover las piezas, cuando niña, también, a medida que iba creciendo, le mostró diferentes estrategias establecidas y de uso normal entre consabidos jugadores: enroque, gambito de dama, salida siciliana. También curiosidades históricas algo más rebuscadas, como la transexualidad que adquiere el peón que atraviesa, pasito a pasito, todo el tablero y llega a convertirse en Reina-Dama. La refirió los inicios asiáticos y orientales del juego de las sesenta y cuatro casillas en tablero cuadrado. Es atribuido a los españoles la incorporación de la figura de la Reina-Dama al juego para dar agasajo y subordinación a su Reina Isabel II la voraz y androfílica. Así, la nueva figura, además de lucir la más alta del tablero podría moverse, por el, a su auténtico antojo a su real apetencia, de adelante a atrás, en diagonal sin limitaciones de casillas, todos unos privilegios que musulmanes y asiáticos no hubieran consentido a ninguna fémina 


    Elisa buscó contrincante sobre una universal y fantasiosa lista de usuari@s para iniciar, on line, algo nuevo para ella. En aquella plataforma de juegos vía internet, tenía muchos seguidores el Chess Strip tease, una modalidad picantona de Ajedrez que consistía jugar ajedrez y desprenderse, frente a la cámara del ordenador, de prendas de vestir al perder alguna ficha fuera de los peones. Tras dos meses de confinamiento, soledad y aburrimiento cotidiano por culpa de la pandemia mundial por un bichito bautizado como covid 19, le apeteció salir de la monotonía y poner algo de picante sobre los treinta y dos personajes que formaban sobre el cuadriculado y virtual tablero. Sus dieciséis guerreros (piezas) defenderían su pudor e integridad textil y en el peor de los casos llegaría al desnudo completo con el temido jaque mate que le  ofrecería su contrincant@.

 Elisa, léase Frozen, en la partida de Chess Strip tease, la princesa rubia como ella, se detuvo en Fabiola que, para los envites guerreros del ajedrez, se hacía conocer como Lara Croff. Prefería una adversaria morena, latina, por aquello del contraste entre sus colores de piel. Una vez sombreadas las modalidades de juego:  nivel 2/4 (iniciación-pro) / Spanish language / Game without sound / other player: Lara Croff, respiró lentamente como si de unas trascendentes decisiones vitales se hubiera liberado. Fabiola tardó cerca de un minuto en aceptar la partida. En ese momento las pantallas de sus ordenadores se dividieron en tres cuadrados, uno, el tablero virtual y otros dos para cada una de sus vídeo cámaras de ordenador, donde podrían verse pero no se comunicarían vía conversación de chat que ofrecía el propio juego, incluso Elisa (Princesa Frozen) y Fabiola (Lara Croff) contemplarían sus pliegues de piel mas oculta a medida que la partida tomara forma e importancia.

Tras una sonrisa, un movimiento alborotado de las manos y el magnetismo de sus miradas durante un instante, que pareció una eternidad, comenzó la partida; a Frozen le fue asignado el ejército blanco, por ser la buscadora de partida. 

      

    Habían leído las reglas y se confesaron mutuamente que era su primera partida de Chess Strep Tease, esta modalidad es idéntica al ajedrez clásico, solo se diferencia en el pago (desprenderse de una prenda de ropa) cada vez que el contrincante “come” una pieza importante ajena: torres, alfiles, caballos, dama y el jaque mate que obliga al desnudo total del vencido. Los humildes peones, son ignorados en tales situaciones. 

La atracción fue mutua, desde el primer momento y del flechazo de sus miradas pasaron, rápidamente, a examinarse rostro, pelo, hombros, escote, los gestos de sus bocas, manos, que era cuanto las videocámaras mostraban de la contrincante.

-Qué rubia eres, Frozen (tecleó Lara Crof)

-Somos cara y cruz de la misma moneda, tu tez tan tostada, tan matizada, pareces esculpida en madera de teka.

-Por fin estar frente a alguien sin mascarilla y casi a dos palmos de distancia.

            Nerviosas, iniciaron el juego. Elisa-Frozen eligió un peón 4-rey. Fabiola-Lara eligió replicar el movimiento. A los veinte minutos de partida y tras un inocente intercambio de peon@s cayeron en la cuenta que el tiempo que transcurría, entre un movimiento y el contrario, no era empleado en pensar estrategias para sus figuras, sino que era un suave transcurrir en una contemplación enamorada que imantaba y compartían las jugadoras.

             Una inteligente emboscada al alfil-reina de Fabiola obligó, a ésta, a desprenderse de la primera prenda.

            -Imagino que con otr@s jugadores hubiera comenzado por los calcetines, el cinturón o hasta los pendientes (como me había sugerido un experto amigo jugador), pero contigo, oh princesa Frozen no mereces tales remilgos y bajezas; dijo al tiempo que se desprendía de una camiseta que lucía la frase ecologista: “Salvemos la Amazonía”.

         -No conozco el amazonas, pero no lo imagino mas hermoso y vital que tu contundente pecho y sus contornos. Lara eres muy bella. No imaginaba… (dijo admirada Elisa)

        -¿Sabes una cosa Frozen? (tecleo Fabiola), estoy deseando “comerte” ese caballo o el alfil que tanto me están obstaculizando para darte mate y de paso…

       -Pues te anuncio, Lara, que bajo el top negro, solo mi blanca piel espera a mi contrincante, a propósito el granate sobre tu piel marida a la perfección, que sujetador y que relleno mas lindo.


        -Estás desconcentrándome, Frocen jajaja. Ansías ganar la partida tanto como yo y luchas por distraer mi estrategia.

       -Siento mis rosados pezones encrespados, duros, como las Torres que protocolariamente guardan las cuatro esquinas del tablero.

        -No aguanto mas (tecleo Fabiola) al tiempo que hacía desaparecer su mano y antebrazo derecho por debajo del teclado, la mesa y como es lógico del alcance de la cámara.

        -Esperaté a terminar la partida.

        -Palpándome te siento muy cerca, quiero más.

Frozen, mientras se mordía los labios, la dijo: solo acordando unas Tablas podremos terminar el juego y salir del tablero hacia un vídeochat donde nuestra intimidad y placer no sean cuestionadas y allí podamos viajar juntas abrazadas por la imaginación de nuestras mentes, ahora, ardientes


    Ya eran las cuatro: Fabiola y Elisa y Lara y Frozen las que convirtieron sus dedos corazón y anular en pinceles que subían y bajaban, con frecuencia pareja, por sus entreabiertos labios inguinales emanando el fluido mágico.

    Sincronizadas y lascivas por sus miradas cristalinas y risueñas, movieron sus Reinas-damas al suelo del tablero digital con sus humedecidos dedos que dejaron las pantallas táctiles pegajosas, lo que no sabía la máquina, la aplicación, es que el juego entre Elisa y Fabiola se trasladaba a la intimidad de otros espacios cibernéticos o incluso al, mas cercano, encuentro por vídeo llamada al celular. Antes del game over final tuvieron tiempo de teclear el número de sus móviles, después el fundido a negro de la pantalla las absorbió trasladándolas a otras ocultas y magnéticas latitudes.

Autor:  Henry Marfrafe