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APORTACIONES de Creadores:

domingo, 18 de octubre de 2020

"Englischer Garten (München)" Autor: Norbert Müller

          Llegamos al parque poco después de las 5 p.m., aún a tiempo de darnos otro revolcón por las verdes praderas antes de despedirnos de aquel miércoles, no antes de disfrutar del atardecer que, desde esa zona de Munich, y en esa especial época del año, lo llaman otoño, es un auténtico espectáculo máxime con unas cervezas de mas.

            La lengua de Greta es algo descomunal, desbordada, invasora, me recuerda a los rodillos de gamuza y bayeta de un autolavado. Me embadurna toda la boca, por dentro y por fuera, con su suave y esponjoso roce acompañado de esa tibia humedad que anula mi voluntad. No hay rincón que no se beneficie de sus movimientos de rotación, oscilación, vibración y ese intermitente vaivén del mete-saca y así: encías, lengua, dientes, paladar, amígdalas y hasta úvula y glotis, gozan disfrutando la caricia centrífuga de su lengua. En ocasiones Greta y sus habilidades bucales me hacen atragantarme y necesitar aire.

Extendimos en la hierba, como aislante, una legendaria manta a cuadros que siempre ha dormido en el maletero de mi destartalado Volkswagen Beetle (escarabajo).
           Como esos muñecos del imán en sus boca que no pueden dejar de besarse, así somos nosotros.

        El sol, con sus últimos rayos, todavía calentaba un poco hasta que sorpresivamente se hizo la sombra entre nosotros: dos armarios de al menos un metro noventa, der polizist, se situaron de pie junto a nosotros y solicitaron, con cara de pocos amigos, la presencia de nuestras mascarillas anticontagio por covid-19 que, según normativa gubernamental, todos debemos llevar puesta y en su defecto, según circunstancias, es imprescindible llevarla encima y debidamente colocada para moverse por cualquier rincón de la ciudad. Munich parecía una fiesta de sonámbulos en busca de la penúltima pinta. Vaya Oktoberfest mas mortecino y aburrido por culpa de la cruel pandemia.

         Der polizist secos y contundentes repitieron:

            - Bitte zeigen Sie uns Ihre Masken (por favor nos muestran sus mascarillas).

         Greta abrió su bolso-mochila y mostró su mascarilla quirúrgica al tiempo que yo recordaba la mía, colgada sobre el retrovisor interior del viejo escarabajo.

          Greta, sabiéndolo, no lo pensó dos veces, se puso en pie, con la mascarilla puesta y con un zigzag de sus generosas caderas hizo descender su ropa interior inferior, luciendo el hermoso contraste que ofrecía su tanga sobre sus muslos genuinamente germanos y aún bronceados que terminaban en unos poderosos pies coronados por unas uñas con manicura francesa, que custodiaba tras sus sandalias heavy. Tras un nuevo movimiento de baile quedó liberada por completo de la prenda, ante el estupor y sorpresa de los agentes que quedaron boquiabiertos, cuando Greta, con una naturalidad y desparpajo muy de ella, introdujo la tanguita en mi cabeza haciendo coincidir el triángulo lencero frente a mi boca y nariz. Los policeman se miraron entre ellos y Greta comentó aliviada, solucionado!

 - Caliento siempre la mascarilla para que Norbert no se me constipe, y mucho menos coja la gripe, que está la cosa muy mal y el es inmunodepresivo, dijo (por si aún pensaban en multarnos…)

    - Suerte tener una novia tan detallista.  Buenas tardes, dijeron. Prosigan disfrutando de éste atardecer que no ha de repetirse.

 - Gracias a ustedes por velar por el bien y salud común. 

            Al segundo, entre carcajadas mudas y con nuestras “mascarillas” instaladas, volvimos con mas ansia, a los abrazos, besos y revolcones que en aquella tarde nos regalaba her Schicksal (señor destino) sobre la estropajosa manta a cuadros, lejos, muy lejos de la Dexametasona y los respiradores hospitalarios.

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