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APORTACIONES de Creadores:

jueves, 15 de octubre de 2020

SEXconsultorio "ALMA y CARNE confinada" 001. Por Lorenzo Rodríguez

Consiguiendo la plaza de Coordinador.

El abajo firmante, Lorenzo Rodríguez, residente en Carabanchel (Madrid-Spain), donde los días son extremadamente humanos, hace constar su interés en optar a la plaza de locutor-coordinador del programa “Alma y Carne confinada”, por ustedes convocada con motivo de la reorganización de su emisora a causa de la Pandemia declarada mundialmente y que está ocasionando variados cambios en el comportamiento de la ciudadanía.

Adjunto curriculum (breve biografía) actualizado y razonado, aunque no muy políticamente correcto, de mi recorrido vital, no duden en consultarme cualquier duda sobre mi refinada profesionalidad y actitudes ante la vacante anunciada.

 

            Porque me gusta poner la oreja cuando ando de bares por el barrio, escuché que usted quería abrir una consultoría sexológica en Carabanchel, con poesías, relatos, fotografías y cosas así por las paredes. Yo no soy poeta ni nada de eso, estoy jubilado en el gremio de las Artes Gráficas en la especialidad de Compositor Manual “Cajista”, y me debato entre las manifestaciones para arreglar lo de la pensión, el Covid 19 y el extra que me saco cada día repartiendo publicidad. Puede que la haya dejado alguna en su coche, si. Reparto tarjetas con el teléfono y la dirección de clubs y casas de placer. O, si lo prefiere, de putas.  Así que he sabido dar con su dirección y le escribo por si, a modo de presentación y si es que en un futuro quiere contar conmigo, desea un buen profesional especializado en todo tipo de coños internacionales y sus realidades tan desiguales. Le voy a contar:

            Mi padre llegó a este distrito como militar de Franco. No, perdón. No me refiero a usted, hablo del que estaba en la Basílica del Valle de los Caídos. Si. Fue el detalle que facilitó a mi hermano Germán, el mayor de todos, el ingreso como funcionario de prisiones en la cárcel de Carabanchel. Si. Mis padres y hermanos llegaron a Madrid el mismo año en el que murió el Caudillo, cuando yo aún era esperma en proceso de formación. Si. Franco falleció en El Pardo mientras yo nacía en el Gómez Ulla. Me llamo Lorenzo y soy el pequeño de los veintidós hijos que parió mi madre. Ella, abnegada esclava de la polla de mi padre, un oficial chusquero, murió en mi parto. Si, soy nonato. Y viudo desde hace diez años.

            Si, mi Carmina y yo no tuvimos hijos. Al principio fue la fimosis y porque me ponía nervioso, si, antes de aflojarme la correa ya me había corrido. Después, al año y medio de casarnos, la vida quiso que mi difunta tuviera que vaciarse por el cáncer de ovarios que la invadió. Entonces no hubo metástasis pero, con los años, otro cáncer creció en su páncreas y me la quitó. Siempre la quise más que a mi sombra, si. Nunca, en vida de mi Carmina, me acosté con otras mujeres. Ni tan siquiera lo deseé.

            Sí. Lo de mi eyaculación quedó superado antes de que llegara el cáncer de ovarios, gracias a que me operé de fimosis en una clínica particular. Ya sé que debí hacerlo años atrás, en la mili que te lo hacían gratis, pero la vergüenza es madre de todo lo que va al revés y lo dejé pasar.

            Así que viudo, solo en la vida y estando aún en edad de tener sexo, por lo tímido que nací me resultaba imposible entablar conversación con una mujer, salvo con las del supermercado para pedir los productos y con las cajeras para pagarlos. Y, joder, también que la huella de mi Carmina era muy profunda. Si hasta fue ella la que me habló por primera vez, se me acercó para invitarme a un guateque. Tonterías, se había dado cuenta de que me gustaba y quiso cazarme.

            Pero vamos que, con el tiempo, a mis años y ya viudo, harto de entregarme a la manogamia y de dormir entre el olor de las sábanas que paja a paja me cobijaban, estuve a punto de dejar que me la chupara aquel maricón que se me acercó en los baños de una cafetería, en la Plaza de Vista Alegre. Por eso, cuando vi la tarjeta presionada por el limpia parabrisas de una furgoneta de reparto, decidí probar con aquella mujer que abría las piernas sobre una cama para lucir desnudas sus exuberancias. O sea, el coño y las tetas como piezas de catálogo. Sí, las enormes y morenas tetas que se descolgaban hacia los lados para anunciarte el pajote que pudieras hacerte entre ellas y el canalillo. Y más abajo, aunque en primer plano y como si fuera la ranura de la boca de la rana por la que colar las fichas, un supercoño humedecido y dispuesto a recibir a todo el que telefoneara deseoso de pagar su precio en euros. Me extrañó que no tuviera pelos, parecía extranjera, sí. Y, si enseñaba tan libremente los labios de aquel llamativo coño pelado, de aquella bella sonrisa vertical, supuse que la calva era más por una moda de higiene entre prostitutas que por una enfermedad venérea.

            Mi Carmina siempre lo tuvo con mucho pelo rizado, por eso jamás se lo vi. Una vez, aún éramos novios y gracias a mi férrea insistencia, ella me estaba haciendo una paja en el Cinema España y en bromas le dije que me gustaría pasar la lengua por su clítoris. Me llamó guarro, dijo que solo pensarlo le daba grima y dejó de meneármela. Insistí en que terminara, pero no tuve más suerte que la desgracia de quedarme con la polla como si fuera la torre de Pisa. Si. Finalmente se me fueron las ganas por el ataque de mala leche que me arrebató. Suerte que mi ángel de la guarda me visitó aquella noche y me corrí soñando con Marisol, sí, la novia de España.

            Creo que, desde entonces, esa castrada asignatura bucal quedó pendiente en mi subconsciente porque, como quien recibe un advenimiento, de repente supe que el coño de aquella prostituta o, como dicen ahora las feministas, mujer cosificada la que posaba tan provocativamente sobre el parabrisas de la furgoneta de reparto–, me esperaba a mí.

            Sí, claro que sí. Llamé desde una cabina, obtuve cita, acudí tan nervioso como el que no sabe dónde se mete, o la va a meter, y terminé pagando veinticinco euros por estar menos de cinco minutos lambisqueando aquel supercoño. Fue justo el tiempo que tardé en correrme porque, mientras tanto, ella se restregaba mi polla entre las tetas, a la vez que me comía los huevos. Toda una nueva experiencia para el inicio de mi gran aventura. Claro que salí disparado para contárselo a mi amigo Félix, no me creyó y se rio de mí. Pero le inspiré y escribió un poema que tituló, Tango y lamento de un indigente de amor. Mi amigo Félix es argentino, que se llame igual que usted ya es otra casualidad.

            ¿Que vaya al grano? Sí, señor director, voy al grano. De acuerdo que hasta aquí todo es corriente y se estará preguntando que por qué le escribo para contarle esto que no le va ni le viene pero, verá usted. Desde entonces tengo los ojos bien abiertos y cada día descubro nuevas costumbres ocultas en la condición humana, por eso sé que ningún@ de sus soci@s se asustará con lo que vengo a proponerle.

            Se preguntará que si a mi edad esto es normal, pensando que estoy retrasado o que soy un viejo verde. Puede que tenga razón, yo qué sé. Pero lo cierto es que gracias al genérico de la Viagra que me regala una prostituta argentina, casualmente también paisana de mi amigo Félix, y a mi trabajo repartiendo tarjetas de pisos con servicio de alcahuetería y de burdeles con extranjeras de más países de los que se estudian en geografía, tenga en cuenta que no solo reparto por Carabanchel, si, el vicio y negocio del sexo galopa, como buena droga, por todos los distritos de la capital, hasta en los de esos fascistas que van con el cuello largo por la Plaza de Colón, venía diciendo que, gracias a la Viagra y a mi trabajo, estoy conociendo gratis el sabor y las virtudes culturales de chochazos boquinegros latinos con olor a papaya frita, los chochetes blanquirrubios de los países del este con herencia comunista, los deliciosos, pequeñitos y apretaditos chochitos asiáticos con sabor a cereza del monte Fuji o a bayas silvestres del Himalaya, las vulvas abultadas de esos grandes e inimitables coños africanos que huelen a okra y tienen la fuerza del baobab.

            Si, puede pensar que estoy salido y que soy un cerdo. Pero, habiendo dejado a un lado el falso puritanismo que impera en nuestra sociedad y gracias a la corrupción política y a la de tantos representantes de la ley que también se benefician por hacer la vista y la polla gorda, tengo el mejor trabajo del mundo para un hombre de mi edad y solitario. Es inimaginable el número de mujeres, maduras y jovencitas, a las que les gustamos los hombres mayores. Dicen que pueden jugar con nosotros porque nos dejamos hacer lo que ellas quieran y aguantamos más sin corrernos, lo llaman sexo vintage.

            Ayer lo hice por primera vez con una caboverdiana de 22 años, si, su flujo era distinto a todos los conocidos por mi paladar, sabía a azúcar de caña y su vagina calentaba como una taza de cacao recién servida.

            Hay una chinita que me tiene loco, de vez en cuando me da buena caña y atiende, solo por las mañanas, en un piso por Urgel. Ella, como todas las demás que me cepillo, tampoco me cobra. Yo sí que cobro la publicidad. Esta, Yin Yin Shu –todas se llaman Yin algo– dice que está casada con un español que trabaja de taxista, pero que no la cubre lo suficiente.

            En fin, para qué extenderme, tengo prisa y supongo que, también usted, estará ocupado. Yo le he contado con toda franqueza parte de lo que hay y de lo que voy, así que ya sabe lo que puedo ofrecer. Si dado el carácter de su proyecto de consultorio radiofónico entiende que soy merecedor del mismo y quisiera ofrecerme el puesto, aquí me tiene listo a intentarlo. A cambio, no le voy a pedir dinero, si. Tengo suficiente con que en recepción se reparta la publicidad, gratuitamente, de mis clientas favoritas. Y si usted se porta como es debido, o sea, si me hace quedar bien con ellas, tenga por seguro que sabré recomendarle entre las mejores, no soy celoso.

            En espera de su respuesta a esta humilde y justificada petición de vacante, sin ánimo de lucro, se despide atentamente su seguro amigo, cómplice y confesor, prometiendo que el secreto de sus pasiones siempre estará encriptado.


Fdo.: Lorenzo Rodríguez

“Aborto Chipirón”.

 

 

 

A/A: Señor Director del Consejo Administración de “Mil y una noches confinad@s”



Estimado señor Rodríguez:

Sin entrar en justificaciones (siempre de cobardes, me comenta mi jefe) tengo el placer de comunicarle que la plaza de -locutor-coordinador- del Programa “Alma y Carne confinada”, consultorio radiofónico de vida, hábitos y costumbres amorososexuales en ésta Pandemia y sus diferentes confinamientos -quarentenas-, es suyo.

La plaza le ha sido adjudicada, sin votación ante el Consejo de Administración, por F. M. Franco coordinador y accionista mayoritario (51% de las acciones) del Holding: “Mil y una noches”.

En breve nos pondremos en contacto con usted de nuevo para la firma del contrato de colaboración, al parecer desinteresada, ofrecida por usted y aceptado por nosotr@s,

Sin otro particular reciba mi cordial enhorabuena.

 

  • Fdo.:  Amador de las Curvas
  • Responsable de Recursos Humanos
  • - Mil y una Noches S.L. -

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