Consiguiendo la plaza de Coordinador.
El abajo firmante, Lorenzo Rodríguez, residente en Carabanchel (Madrid-Spain), donde los días son extremadamente humanos, hace constar su interés en optar a la plaza de locutor-coordinador del programa “Alma y Carne confinada”, por ustedes convocada con motivo de la reorganización de su emisora a causa de la Pandemia declarada mundialmente y que está ocasionando variados cambios en el comportamiento de la ciudadanía.
Adjunto curriculum (breve biografía) actualizado
y razonado, aunque no muy políticamente correcto, de mi recorrido vital, no
duden en consultarme cualquier duda sobre mi refinada profesionalidad y
actitudes ante la vacante anunciada.
Porque
me gusta poner la oreja cuando ando de bares por el barrio, escuché que usted
quería abrir una consultoría sexológica en Carabanchel, con poesías, relatos,
fotografías y cosas así por las paredes. Yo no soy poeta ni nada de eso, estoy
jubilado en el gremio de las Artes Gráficas en la especialidad de Compositor
Manual “Cajista”, y me debato entre las manifestaciones para arreglar lo de la
pensión, el Covid 19 y el extra que me saco cada día repartiendo publicidad.
Puede que la haya dejado alguna en su coche, si. Reparto tarjetas con el
teléfono y la dirección de clubs y casas de placer. O, si lo prefiere, de
putas. Así que he sabido dar con su
dirección y le escribo por si, a modo de presentación y si es que en un futuro
quiere contar conmigo, desea un buen profesional especializado en todo tipo de
coños internacionales y sus realidades tan desiguales. Le voy a contar:
Mi
padre llegó a este distrito como militar de Franco. No, perdón. No me refiero a
usted, hablo del que estaba en la Basílica del Valle de los Caídos. Si. Fue el
detalle que facilitó a mi hermano Germán, el mayor de todos, el ingreso como
funcionario de prisiones en la cárcel de Carabanchel. Si. Mis padres y hermanos
llegaron a Madrid el mismo año en el que murió el Caudillo, cuando yo aún era
esperma en proceso de formación. Si. Franco falleció en El Pardo mientras yo
nacía en el Gómez Ulla. Me llamo Lorenzo y soy el pequeño de los veintidós
hijos que parió mi madre. Ella, abnegada esclava de la polla de mi
padre, un oficial chusquero, murió en mi parto. Si, soy nonato. Y viudo
desde hace diez años.
Si,
mi Carmina y yo no tuvimos hijos. Al principio fue la fimosis y porque me ponía
nervioso, si, antes de aflojarme la correa ya me había corrido. Después,
al año y medio de casarnos, la vida quiso que mi difunta tuviera que vaciarse por el cáncer de ovarios que la
invadió. Entonces no hubo metástasis pero, con los años, otro cáncer creció en
su páncreas y me la quitó. Siempre la quise más que a mi sombra, si. Nunca, en
vida de mi Carmina, me acosté con otras mujeres. Ni tan siquiera lo deseé.
Sí.
Lo de mi eyaculación quedó superado antes de que llegara el cáncer de ovarios,
gracias a que me operé de fimosis en una clínica particular. Ya sé que debí
hacerlo años atrás, en la mili que te lo hacían gratis, pero la vergüenza es
madre de todo lo que va al revés y lo dejé pasar.
Así
que viudo, solo en la vida y estando aún en edad de tener sexo, por lo tímido
que nací me resultaba imposible entablar conversación con una mujer, salvo con
las del supermercado para pedir los productos y con las cajeras para pagarlos.
Y, joder, también que la huella de mi Carmina era muy profunda. Si hasta fue
ella la que me habló por primera vez, se me acercó para invitarme a un
guateque. Tonterías, se había dado cuenta de que me gustaba y quiso cazarme.
Pero
vamos que, con el tiempo, a mis años y ya viudo, harto de entregarme a la manogamia
y de dormir entre el olor de las sábanas que paja a paja me cobijaban,
estuve a punto de dejar que me la chupara aquel maricón que se me acercó en los
baños de una cafetería, en la Plaza de Vista Alegre. Por eso, cuando vi la
tarjeta presionada por el limpia parabrisas de una furgoneta de reparto, decidí
probar con aquella mujer que abría las piernas sobre una cama para lucir
desnudas sus exuberancias. O sea, el coño y las tetas como piezas de catálogo.
Sí, las enormes y morenas tetas que se descolgaban hacia los lados para
anunciarte el pajote que pudieras hacerte entre ellas y el canalillo. Y
más abajo, aunque en primer plano y como si fuera la ranura de la boca de la
rana por la que colar las fichas, un supercoño humedecido y dispuesto a
recibir a todo el que telefoneara deseoso de pagar su precio en euros. Me
extrañó que no tuviera pelos, parecía extranjera, sí. Y, si enseñaba tan
libremente los labios de aquel llamativo coño pelado, de aquella bella sonrisa
vertical, supuse que la calva era más por una moda de higiene entre prostitutas
que por una enfermedad venérea.
Mi
Carmina siempre lo tuvo con mucho pelo rizado, por eso jamás se lo vi. Una vez,
aún éramos novios y gracias a mi férrea insistencia, ella me estaba haciendo
una paja en el Cinema España y en bromas le dije que me gustaría pasar
la lengua por su clítoris. Me llamó guarro, dijo que solo pensarlo le daba
grima y dejó de meneármela. Insistí en que terminara, pero no tuve más
suerte que la desgracia de quedarme con la polla como si fuera la torre de
Pisa. Si. Finalmente se me fueron las ganas por el ataque de mala leche que me
arrebató. Suerte que mi ángel de la guarda me visitó aquella noche y me corrí
soñando con Marisol, sí, la novia de España.
Creo
que, desde entonces, esa castrada asignatura bucal quedó pendiente en mi
subconsciente porque, como quien recibe un advenimiento, de repente supe que el
coño de aquella prostituta o, como dicen ahora las feministas, mujer cosificada
–la que posaba tan provocativamente sobre el
parabrisas de la furgoneta de reparto–, me esperaba a
mí.
Sí,
claro que sí. Llamé desde una cabina, obtuve cita, acudí tan nervioso como el
que no sabe dónde se mete, o la va a meter, y terminé pagando
veinticinco euros por estar menos de cinco minutos lambisqueando aquel supercoño. Fue justo el tiempo que tardé
en correrme porque, mientras tanto, ella se restregaba mi polla entre las tetas,
a la vez que me comía los huevos. Toda una nueva experiencia para el
inicio de mi gran aventura. Claro que salí disparado para contárselo a mi amigo
Félix, no me creyó y se rio de mí. Pero le inspiré y escribió un poema que
tituló, Tango y lamento de un indigente de amor. Mi amigo Félix es
argentino, que se llame igual que usted ya es otra casualidad.
¿Que
vaya al grano? Sí, señor director, voy al grano. De acuerdo que hasta aquí todo
es corriente y se estará preguntando que por qué le escribo para contarle esto
que no le va ni le viene pero, verá usted. Desde
entonces tengo los ojos bien abiertos y cada día descubro nuevas costumbres
ocultas en la condición humana, por eso sé que ningún@ de sus soci@s se
asustará con lo que vengo a proponerle.
Se
preguntará que si a mi edad esto es normal, pensando que estoy retrasado o que
soy un viejo verde. Puede que tenga razón, yo qué sé. Pero lo cierto es que –gracias al genérico de la Viagra que me regala una prostituta
argentina, casualmente también paisana de mi amigo Félix, y a mi trabajo
repartiendo tarjetas de pisos con servicio de alcahuetería y de burdeles con
extranjeras de más países de los que se estudian en geografía, tenga en cuenta
que no solo reparto por Carabanchel, si, el vicio y negocio del sexo galopa,
como buena droga, por todos los distritos de la capital, hasta en los de esos
fascistas que van con el cuello largo por la Plaza de Colón–, venía diciendo que, gracias a la Viagra y a mi trabajo, estoy
conociendo gratis el sabor y las virtudes culturales de chochazos
boquinegros latinos con olor a papaya frita, los chochetes
blanquirrubios de los países del este con herencia comunista, los deliciosos,
pequeñitos y apretaditos chochitos asiáticos con sabor a cereza del
monte Fuji o a bayas silvestres del Himalaya, las vulvas abultadas de esos
grandes e inimitables coños africanos que huelen a okra y tienen la
fuerza del baobab.
Si,
puede pensar que estoy salido y que soy un cerdo. Pero, habiendo dejado a un
lado el falso puritanismo que impera en nuestra sociedad y gracias a la
corrupción política y a la de tantos representantes de la ley que también se
benefician por hacer la vista y la polla gorda, tengo el mejor trabajo del
mundo para un hombre de mi edad y solitario. Es inimaginable el número de
mujeres, maduras y jovencitas, a las que les gustamos los hombres mayores.
Dicen que pueden jugar con nosotros porque nos dejamos hacer lo que ellas
quieran y aguantamos más sin corrernos, lo llaman sexo vintage.
Ayer
lo hice por primera vez con una caboverdiana de 22 años, si, su flujo era
distinto a todos los conocidos por mi paladar, sabía a azúcar de caña y su
vagina calentaba como una taza de cacao recién servida.
Hay
una chinita que me tiene loco, de vez en cuando me da buena caña y atiende,
solo por las mañanas, en un piso por Urgel. Ella, como todas las demás que me cepillo,
tampoco me cobra. Yo sí que cobro la publicidad. Esta, Yin Yin Shu –todas se llaman
Yin algo– dice que está casada con un español que trabaja
de taxista, pero que no la cubre lo suficiente.
En
fin, para qué extenderme, tengo prisa y supongo que, también usted, estará
ocupado. Yo le he contado con toda franqueza parte de lo que hay y de lo que
voy, así que ya sabe lo que puedo ofrecer. Si dado el carácter de su proyecto
de consultorio radiofónico entiende que soy merecedor del mismo y quisiera
ofrecerme el puesto, aquí me tiene listo a intentarlo. A cambio, no le voy a
pedir dinero, si. Tengo suficiente con que en recepción se reparta la
publicidad, gratuitamente, de mis clientas favoritas. Y si usted se porta como
es debido, o sea, si me hace quedar bien con ellas, tenga por seguro que sabré
recomendarle entre las mejores, no soy celoso.
En espera de su respuesta a esta humilde y justificada petición de vacante, sin ánimo de lucro, se despide atentamente su seguro amigo, cómplice y confesor, prometiendo que el secreto de sus pasiones siempre estará encriptado.
Fdo.: Lorenzo Rodríguez
“Aborto Chipirón”.
A/A: Señor Director del Consejo Administración de “Mil y una noches confinad@s”
Estimado señor Rodríguez:
Sin entrar en justificaciones (siempre de cobardes, me comenta mi jefe) tengo el placer de comunicarle que la plaza de -locutor-coordinador- del Programa “Alma y Carne confinada”, consultorio radiofónico de vida, hábitos y costumbres amorososexuales en ésta Pandemia y sus diferentes confinamientos -quarentenas-, es suyo.
La plaza le ha sido adjudicada, sin votación ante
el Consejo de Administración, por F. M. Franco coordinador y accionista
mayoritario (51% de las acciones) del Holding: “Mil y una noches”.
En breve nos pondremos en contacto con usted de
nuevo para la firma del contrato de colaboración, al parecer desinteresada,
ofrecida por usted y aceptado por nosotr@s,
Sin otro particular reciba mi cordial
enhorabuena.
- Fdo.: Amador de las Curvas
- Responsable de Recursos Humanos
- - Mil y una Noches S.L. -
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