-Pescadero sin redes-
“Voy
al grano. Gracias por su atención y ayuda.
Soy pescadero en un conocido mercado municipal de Madrid. Me levanto a las cinco de la mañana para ir a Mercamadrid, por consiguiente me suelo acostar a eso de las once de la noche o antes. Hasta aquí todo normal.
Sucede, desde hace unos seis meses, a la vuelta del veraneo que disfrutamos en el apartamento que mi suegra tiene en Cullera, (todavía no habían establecido los cinturones de aislamiento entre pueblos, ciudades y mucho menos entre comunidades autónomas), que mi esposa me despierta bien pasada la media noche, cuando decide ir a la cama, y sin mediar palabra, me coloca una mascarilla quirúrgica en nariz y fauces, otra ella y empieza a magrearme hasta que me despierta obligándome a calmar su sed (felatio) y su hambre (penetración). Al principio me hacía gracia, pero, de un tiempo a esta parte me siento muy cansado y no puedo darla tanta dieta como implora. Al romperme el ciclo del sueño natural, despierto muerto de cansancio al sonar el despertador. Luego paso el día derrotado de café en café, chupito, otro cigarro y esto no es vida para las muchas horas que dura mi jornada laboral.
Estoy desconcertado, no sé de donde le han venido estas ganas, teniendo en cuenta que nosotros siempre hemos sido de los de -sábado, sabadete, camisa limpia y polvete-.
-¿Tendrá un amante que ahora con el confinamiento no puede atenderla y necesita colmar conmigo su furor sexual?
- ¿Estará viendo el canal porno de la televisión, una vez que yo me acuesto y llega a la cama con ganas de repetir lo visto en la pantalla?
- ¿Estoy haciéndome viejo?
- ¿Es normal que me obligue a mantener la mascarilla puesta hasta que, de tanto morrearnos, se humedezcan y se deshilachen consiguiendo, por fin, llegar al contacto húmedo y violento nuestras lenguas?
- ¿Será una forma de aislar mi aliento y así recordar de mejor manera el de otro?
-
No entiendo nada. Ayúdenme, por favor.
Fdo.:
Neptuno
Estimado Neptuno.
No hace falta que te des a medias tintas,
esto es un cuento corto y sé que lo sabes. Desde el primer día vengo
advirtiendo a tu mujer, Carmen como mi difunta, que no se exceda en esfuerzos
para disimular nuestros tropiezos. Me temo que tu consulta es una sutil o
cobarde advertencia por la que comienzo a aconsejarte que dejes de ser un
calzonazos y aceptes la situación sin remilgos, con los dos bien puestos. Pero,
cómo has sabido lo de mi consultorio, no recuerdo habérselo contado a nadie del
barrio, ni tan siquiera a “nuestra mujer”. Ella me asegura que no te ha
confesado lo nuestro, tampoco yo le he dicho que me has escrito a la emisora.
Mira, si te parece y creo que es lo más sensato, dejémoslo entre nosotros y,
como dice la canción, organicémonos entre los tres. Te envío el enlace a estacanción de Aute, puede que te venga bien, solo hay una salvedad, yo no estoy
enamorado de tu mujer, solo follamos y, por lo que me cuentas, también nos la
está pegando con otro u otros. https://www.youtube.com/watch?v=kgNdRWn_AvE
Haz la vista gorda o mira hacia otro lado,
aguanta los machos. No es buen momento para que cambies de montura, perderías a
tu recadera y propietaria de la pescadería, lo que significaría quedarte sin
curro y sin Erte. Además, también te quedarías en la puta calle, sabes que la
vivienda está escriturada a su nombre, hablo por su boca, me dijo que la heredó
de sus padres. ¿Quieres pensar en el dinero que tendrías que pasarle para los
críos, el Jose, la Merce y el Raúl? Ahora que, con esto de la pandemia y con la
miseria que planea por tejados, cimientos, congresos, senados y consistorios,
puede que algún partido político te subvencione para que cuentes tus penas y
culpes a los del otro costado.
Te dolerá lo que voy a decirte pero, a estas
alturas, más vale que entre nosotros haya sinceridad. Entérate de que tú mismo
has generado esta situación y de que tu mujer tiene más peligro que el Covid. Ella
nos está corneando a los dos. ¡Carajo! Cuántos amantes tendrá, me has
acojonado. Lo mismo, con esto de los asintomáticos y la falta de test, por su
almejita está sirviendo a domicilio más virus que pescadilla. ¡Cason brena! Ahora que
voy cayendo en la cuenta del peligro al que me he expuesto con ella, me estoy
calentando y más le vale que no me haya pegado nada, ¡me la llevo con los pies
por delante! Bien sabes que, hasta la promulgación del estado de alarma, yo
bajaba a la compra. Lo mío, con Carmen, solo viene desde que comenzó la
pandemia, fue cuando nuestra putita llegó para traerme el pedido. ¿Por qué no
hiciste tú los repartos o contrataste a un mozo? ¿Tenías miedo a contagiarte
con alguna clienta que, al recibir el pedido, no guardara las distancias de
seguridad y preferiste que se la jugara Carmen, tu Carmen? ¡Rediós!
Mi enrolle con la guarra de tu parienta
empezó un día en el que yo estaba en la ducha, sí, haciéndome uno de esos
pajotes que el confinamiento ha ofrecido como arte contra el tedio, dicen que
es el más sano ejercicio que se puede practicar para que el corazón no encoja y
la próstata siga activa. El caso fue que, cuando ella llamó al timbre, yo
llevaba un buen rato dándole que te pego y aguantando para no correrme, lo que
se diría sin prisa y gozándola. Me había metido media Viagra y no era cuestión
de malgastarla así como así. Ante la duda para decidirme si abrir o no, por si
eras tú quién llamaba, opté por hacer un alto en el goce, salir de la ducha y
ponerme el albornoz. Ya volvería a mis ejercicios cuando te largaras. Habrás
escuchado lo que ocurre con la Viagra, una vez puesto en marcha, así como así
no se te baja. Mi erección persistía cuando, al abrir la mirilla de la puerta,
me llevé la sorpresa de ver a Carmen. Uf, menudo tirón que me dio la minga.
Como hombre que eres comprenderás que, más que a tu mujer, solo vi una lengua
que me la chupara y agujeros por dónde meter el rabo que me estallaba. Víctima
de los mil y un demonios, aflojé el cinturón del albornoz para que, como si se
debiera a un bochornoso casual, al recoger la compra se me abriera el albornoz
e hiciera fuerza aquello de que más vale una imagen que mil palabras. Esto es
lo que ahora imagino, como sueño del hombre de la gabardina. Pero aquel día,
bendito día de confinamiento, el destino quiso que Carmen se agachara a recoger
las rodajas de salmón, las truchas, calamares, mejillones yjusto en ese
religioso momento en el que tu mujer se inclinó, en ese presunto sin querer mío
y por ella no darse cuenta a tiempo o tal vez dándosela pero engañándome, la
pescadera recadista se encontró con mi cipote golpeándole la barbilla,
pasándole por los labios y deteniéndolo su nariz. Entonces, clavada por el
asombro y sin saber bien qué hacer, mientras permaneció en aquella posición fui
rápido tratando de arreglar el apuro para complicarlo aún más. Dejé que mi
serpiente continuara insinuándose y confesé que, cuando ella llegó, yo me la
estaba cascando. Añadí que, si no lo remediaba viniendo conmigo a la ducha,
continuaría al cerrar la puerta y que estaba así por pensar en ella. A Carmen
le faltó tiempo para, sonriendo, engancharse a lo que me sobresalía y comenzó a
restregarse la verga por toda su cara. Ahí y sin más remedio, imagínate el
resto. Bien conoces su fogosidad.
La fortuna quiso que mi vecina, ella siempre
espía por la mirilla cuando alguien llama a mi puerta, presenciara la escena.
Desde entonces y hasta ahora, también me la tiro a ella. Aquel mismo día, al
marcharse tu mujer, la vecina llamó a mi puerta y yo, creyendo que sería la
perra de Carmen por algo que habría olvidado, abrí en pelotas. Qué va, era la
vecina ofreciéndome su menú carnal. Está separada y me propone que convenza a
tu mujer para que hagamos un trío, Carmen no se decide aún. Así que los días
que tu mujer se queda con las ganas porque yo haya pasado la noche con mi
vecina, son los que se desfoga contigo. Tampoco sé quién se la estaría tirando
antes de que empezara lo de la pandemia, ni los días que no soy yo. En esto voy
tan ciego como tú.
Y a partir de ahora, en lo que a mí respecta,
ya puedes estar tranquilo, prefiero conformarme con mi vecina. Ella si que es
estricta cumpliendo con las normas de confinamiento, lo que me da más garantías
que tu mujer. El que tu putita te ponga la mascarilla, me parece normal, yo
también se la pongo a ella, salvo cuando me la chupa. Y no te tires faroles ni
te hagas la víctima. Carmen me habla de
tus incapacidades con el tridente, creo que la más de veces te corres a la
primera.

En fin, Carmen es mucha mujer. Deja que
continúe atendiendo a domicilio y podrás descansar. Yo, después de lo que me
cuentas, sin decirle más por qué, te prometo que no volveré a follármela,
menuda. Puede que hasta tengas la suerte de que pille el virus, te deje viudo y
te caiga la herencia, cada cual con lo que se merece, salvo que tú...
Joder. Ahora que te he dicho lo del trío que
quiere hacer mi vecina, soy yo el que se queda con la mosca detrás de la oreja.
Hay días que no folla conmigo porque me dice que está cansada. Hasta ahora, no
había caído en la cuenta de que suele coincidir con las visitas que le hace la
vecina del 5ºA. Sí, una jovencita de pelo cortito que tiene el marido muy
posturitas, tanto que, para mí olfato de macho, el gachó pierde aceite por la
culata, ¿me entiendes? ¡Cason brena! A
lo que voy. ¿No será que entre ellas...? Ay, por mi Dios que mañana me hago una
PCR.
Ya me dirás si quieres continuar siendo mi
pescadero aunque, mejor que no.
Lorenzo Rodríguez “Aborto Chipirón”.
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